miércoles, 16 de septiembre de 2009

Boceto guión Nomenclátor



(Música: Fiesta. Joan Manuel Serrat)

una noche más una cita con Nomenclátor, el microprograma que nos  aclara algo más la ciudad en que vivimos, que amamos, y nos interpreta los misterios de las calles en que habitamos
(Música: Arcangelo Corelli. Ver Disc 3. Corte 14-18. Iniciar 4 seg. Después fondo. Subir-bajar, según indicaciones)

Ni Sagasta, ni calle Sacramento, ni la propia Avenida. La calle más larga de Cádiz se encuentra en pleno barrio de San Juan, invadida por el olor a flores de la plaza de Topete y con el recuerdo del obrador de la calle Compañía. La calle Arbolí es, a la vez, la más conocida entre las desconocidas. La vía que todo ciudadano sabe donde está pero que a penas es transitada. «¿Dónde está Arbolí?», pregunta un extranjero a un gaditano en Columela. «Ahí al lado, en Compañía», contesta. «¿Y qué hay de característico en esta vía?», añade el extranjero. El gaditano se queda sin palabras, e invita al turista a tomar una tapa de chocos en el freidor..
Pero Arbolí es más que un nombre. Es un espacio lleno de recuerdos, sentimientos y descubre el Cádiz más auténtico. Un Cádiz que fue creado para evitar que el fuerte viento de Levante molestase a sus ciudadanos. Y esta calle es la mejor prueba de esta configuración. Desde Compañía hasta San Juan, sólo se ven casapuertas y negocios, algunos cerrados. Una escuela de danza, obreros trabajando para edificar nuevas viviendas para jóvenes -promovidas por Procasa-, balcones vestidos con flores y placas de la Oficina de Rehabilitación del Casco Histórico que recuerdan que estas fincas han sido recuperadas por la administración autonómica.

(Volvemos a Corelli y fundimos con Serrat)
Pues eso es todo por hoy. Mañana más.
(Terminamos con Serrat y entran ellos)

Sólo entrando en la calle por Compañía se comienza a respirar ese olor añejo de los trabajos tradicionales. La tapicería de Antonio López lleva atendiendo al público desde el año 1956. Fue su padre, Balbino, quien abrió este negocio antes de iniciar la década los sesenta. A pesar de ser un trabajo muy elaborado, aún se sigue demandando por muchos gaditanos. Sofás, sillones, cómodas y escabeles cambian cuando se ponen en mano de Antonio López. En su pequeño taller confiesa que en los últimas cuatro décadas los clientes han sido muy fieles. Además, en Cádiz ya quedan pocos tapiceros, lo que provoca que todo aquel que demande este servicio acuda a él.
Sólo vinos de la tierra
En frente de la tapicería de Antonio López también permanece abierta la taberna La Sorpresa, dirigida por José Terrero desde 1959. Él tomó las riendas de este negocio tres años después de su apertura cuando «el primer dueño cogió la maleta y se fue a América». Y hasta ahora.
José Terrero apostilla que «esto siempre ha sido taberna. Nunca se ha servido comida. En los años donde había poquito, las parejas de novios venían aquí con el pollo hecho de casa». Esta costumbre aún se sigue manteniendo y sólo se sirve vino que José vierte desde sus toneles centenarios.


Además, La Sorpresa fue la segunda taberna que se adornó en Cádiz por Carnaval. La primera fue La Estrella. Desde entonces, la taberna se ha convertido en un punto de encuentro para los aficionados a esta fiesta. Aquí, cada año, alguna agrupación graba sus coplas en directo, en la trastienda, guardando la esencia del Carnaval. El coro de La Viña, Paco Alba, varias chirigotas… todas han hecho de la taberna La Sorpresa su punto de encuentro.
Unos pasos adelante abre las puertas el antiguo colegio Jaime Balmes. En su origen fue la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, para después pasar a ser la Casa del Pueblo. Hasta allí viajaban todos los gaditanos que deseaban poner en común sus ideas. Un lugar por el que pasaron numerosas personas célebres de una época en la que las cosas cambiaban poco a poco. Sin prisa, pero sin pausa.
Allí se escondieron durante las primeras huelgas que se convocaron en astilleros los trabajadores de la factoría naval. Recorrieron todo Cádiz huyendo de la Policía Nacional, que deseaba apresar a estos «revolucionarios». Buscando un refugio, entraron en lo que fue el colegio, no sin antes pasar por la taberna y llamar a todas las casas. Cuando la Policía llegó se «armó una auténtica guerra, que terminó con la detención de los trabajadores», recuerda Jesús Cedón, cliente.
En el colegio llegaron a estudiar más de 600 niños de todas las edades y de todas las condiciones sociales. Las limpiadoras de este centro, Toñi Guardado y Chari Iglesias, recuerdan como los adolescentes «llegaron a tirar las mesas y las sillas por el patio interior, los libros y todo lo que tenían a mano».
Según el bedel, Manuel Barrera, y el personal del servicio de limpieza, ahora es todo más tranquilo, «pero se echan de menos las risas de los niños, cuando corrían por la calle, y el cariño que te toman». Manuel Barrera es empleado del Ayuntamiento desde hace 26 años y ha visto muchos cambios.
Poco cuidado
La Escuela de Danza da a la calle un ambiente muy especial por las tardes. Los jóvenes llegan cargados con sus mochilas, y con mucho colorido en sus ropajes.
Un colorido bien distinto es el que tiene la calle. Los vecinos y las limpiadoras del centro han denunciado que el servicio de limpieza del Ayuntamiento de Cádiz «brilla por su ausencia. Sólo hay heces por el suelo, papeles, colillas y todos los residuos posibles. Las calles del alrededor están limpísima, pero la alcaldesa de Cádiz, Teófila Martínez, se olvida de otras, que también son turísticas», comenta Toñi Guardado, que desea ver a la calle Arbolí como se merece: limpia, cuidada y formando parte del centro de la ciudad.


Publicado por Mayte Huguet (La Voz de Cádiz)















(Volvemos a Corelli y fundimos con Serrat)


Pues eso es todo por hoy. Mañana más.


(Terminamos con Serrat y entran ellos)???






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